Las semillas de mi historia

La alquimia de mi cocina
Mi historia se teje en los relatos de las mujeres que me criaron, en las manos sabias de mis abuelas, en los cantos junto al fogón, y en los aromas de la tierra húmeda y el ocote encendido al amanecer.
Desde mi infancia en los bosques de Chiapas, comprendí que la cocina es un santuario sagrado, un espacio donde el alimento se transforma en medicina, y el amor se vuelve el ingrediente esencial.
Crecí entre los rezos de mi abuela, acompañándola a preparar el nixtamal, el cacao, los caldos que curan, y las infusiones que abrazan.
En cada platillo, ella depositaba su sabiduría ancestral, mostrándome que cocinar es un acto de gratitud, una forma de honrar a la Madre Tierra y a los ancestros que caminan con nosotros.
A lo largo de mi camino de sanación, la cocina ha sido un pilar esencial, no solo como preparación física para prácticas como los ayunos o las ceremonias, sino como un vehículo profundo de autoconocimiento. Aprendí a mirar cada alimento como un rezo, cada preparación como una ofrenda viva al cuerpo, al espíritu y a la memoria.
He transformado mi relación con la comida, reconociendo su vínculo íntimo con las emociones, los ciclos de la mujer, el descanso y el despertar del alma. Atravesé procesos que me invitaron a salir de zonas de confort, abrazar el cambio y rendirme a la transformación constante.
Hoy, cada alimento que llevo al fuego es parte de una ceremonia de sanación. Cocino para honrar la vida. Cocino para recordar. Cocino para servir.
Y desde ese lugar sagrado nació también mi llamado: acompañar a otros en su camino de reconexión espiritual, autoconocimiento y transformación del ser, a través del arte culinario, la medicina natural y los rituales del corazón.

Mi Viaje de Transformación
Hace 14 años emprendí un viaje que despertó en mí la vocación profunda de acompañar procesos de transformación del ser.
Estudié Psicología Clínica, y desde entonces mi acompañamiento ha tomado un rumbo más profundo, despertando verdaderamente cuando mi alma comenzó a recordar su propósito a través de los rituales ancestrales. Soy un ser en profunda exploración del universo interior, floreciendo con cada paso en esta danza de adaptabilidad entre los reinos de la creación divina. Creo en Dios, Creador del cielo y de la tierra, y en el poder sagrado que se manifiesta en Sus distintos nombres y formas, reconocidos por diversas culturas.
Rezo a la Madre Divina, en todos sus rostros y expresiones: María, Maryam, Guadalupe, Tonantzin… Ella, la del corazón salvaje, la de largas peregrinaciones con un mapa difuso, es la luz en las noches de fogata. Nuestra Señora, Reina de los Cielos. La que, cuando todos huyeron, se quedó. La que permanece. La que guía con ternura y compasión, en la palabra y en la acción. Ella es faro y medicina.
En mi altar vive como rezo, como canto, como ofrenda viva. Le danzo a la Pachamama, a Gaia, la Madre Tierra, en su contemplación más grande como Gran Madre. Honro sus cuatro rumbos y elementos, su generosidad infinita, sus plantas sagradas y su capacidad de sostener, transformar y sanar. Ella nos convoca a volver a la tribu, a la com-unidad, al círculo, a la Gran Ceremonia de los ciclos de la vida, en unidad con la familia universal.
Mi servicio devocional se ha ido formando y nutriendo con el legado que mis ancestros sembraron en mí, recordándome con cada paso quién soy y de dónde vengo. Me reconozco como un ser al servicio del florecer del otro, tejiendo caminos hacia la unidad de la gran familia universal.
He tenido el honor de servir en centros ceremoniales en la selva de la Riviera Maya, donde mi andar se entrelazó con la guía del Camino Rojo, recibiendo medicinas ancestrales de distintas tradiciones del mundo. En este recorrido, viví la experiencia de una Búsqueda de Visión (Hamblechá) dentro del camino espiritual de la Nación Lakota.
Mi formación terapéutica ha sido un pilar esencial para acercarme con integridad a la medicina ancestral. Al escuchar el llamado del corazón, me conecté con una sabiduría profunda que trasciende lo académico. Creo firmemente que el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu es la llave para una vida plena y consciente.
A lo largo de este proceso, descubrí el poder transformador de la integración de prácticas rituales como el arte de la alimentación consciente, la meditación, la danza, el yoga y el breathwork. Estas herramientas han sido aliadas fundamentales en mi camino como psiconauta, acompañándome en la exploración e integración de estados elevados de conciencia, siempre al servicio del bienestar y la expansión del ser humano.
Soy practicante y eterna aprendiz de caminos milenarios como el yoga, la danza y la herbolaria, senderos sagrados que han guiado mi proceso de autosanación desde lo más profundo del ser.

Los Hongos: Maestros de la Tierra
La medicina fungi ha sido uno de mis más grandes maestros, guiándome en la comprensión profunda del equilibrio entre el ser humano y la naturaleza. Me he sumergido en su estudio con fines terapéuticos, así como en el conocimiento de los hongos silvestres comestibles y los adaptógenos. Estos últimos, regalos sagrados de la Madre Tierra, enseñan al cuerpo a florecer en armonía, fortaleciendo la energía vital, regulando la homeostasis y despertando nuestra capacidad natural de autosanación.
Esta medicina del bosque guarda un poder profundo para sanar heridas emocionales, especialmente aquellas originadas en la infancia, etapa crucial en la formación de nuestra personalidad. Durante los primeros años de vida, entre los 2 y 8 años, el cerebro desarrolla mecanismos de defensa relacionados con el ego, que nacen del deseo, el miedo y la necesidad. Estos mecanismos, aunque inconscientes, actúan como estrategias de protección frente al dolor emocional y los traumas vividos en esa etapa.
La medicina de los Niños Santos —como llaman los pueblos originarios a los hongos psilocibios— es sabiduría milenaria que nos enseña a adaptarnos a los ciclos de la Tierra. Son maestros de transformación y regeneración. Estudios recientes sobre su aplicación terapéutica han demostrado su capacidad para estimular la neuroplasticidad, es decir, la habilidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones neuronales a lo largo de la vida. Esta cualidad permite reprogramar nuestra manera de vivir, abriendo la posibilidad de sanar patrones limitantes y recuperar el contacto con nuestra esencia.
Hongos adaptógenos y silvestres de temporada: aliados naturales para la salud y el bienestar 🌿
Los hongos adaptógenos han sido utilizados durante siglos en la medicina tradicional por sus propiedades inmunomoduladoras, antioxidantes y revitalizantes. Son aliados del cuerpo para adaptarse al estrés, equilibrar el sistema nervioso y fortalecer la vitalidad.
La medicina de los hongos es completa, ancestral y profundamente sanadora. Nos invita a reconectar con los ritmos naturales, a escuchar el cuerpo y a recordar que la sanación es un proceso integral donde la tierra, el alma y el espíritu se entrelazan.